Justo después de asesinar a su hermano, en el relato de Caín y Abel, El Señor dijo a Caín: ¿Dónde está tu hermano Abel? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guardián de mi hermano? Resumen preciso de la legitimidad de todo crimen, de toda vejación, de toda humillación. No se trata tan solo de esconder el asesinato, si no de legitimarlo. El argumento de Caín sería que cada quien debe cuidarse a sí mismo y no es su responsabilidad el bienestar de su prójimo, ni siquiera su vida, por lo que asesinar para beneficio propio es coherente con este pensamiento. Las antípodas de Caín es Jesús, para quien el amor al prójimo se equipara al amor por si mismo. El apóstol Juan le brinda mayor agudeza al argumento afirmando que: el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?
La cultura machista, el culto al poder y la apariencia, es causante de la grave patología que arrastra a muchos hombres y mujeres –el machismo no es exclusivo de los varones- a centrar su existencia en su ego y sus apetencias. Contrario a la simpleza del argumento de Caín en el presente se apela decenas de argumentos para justificar el egoísmo, incluso es un estilo de vida difundido y alabado por el mercado, la política y la gerencia.
La violencia intrafamiliar o la violencia política, como polos extremos, muestran cuan extendida es la violencia en todo el cuerpo social. Violencia que no es sólo física, también es verbal, gestual. Violencia que se manifiesta en humillación, denigración de los demás, propagación de rumores, creación de mecanismos para excluir a los demás, especialmente a los más pobres.
Estas estructuras y modos de vida que promueven la violencia se deben enfrentar mediante la desmitificación del poder y el cultivo de la fraternidad, renunciando a la vida frívola y valorando la humildad, defendiendo la integridad de todo ser humano y el respeto que nos merece en todo momento. No hay otro medio para ir desarmando tanta cultura de muerte, tanta estructura de violencia.